lunes, 12 de abril de 2010

Doce expectativas sobre la RSE

Víctor Guedez

Así como en la década de los años setenta se habló de "los límites del crecimiento" y luego se plantearon "los límites de la pobreza", ahora hay que pensar en "los límites del tiempo" para acometer los desafíos de la RSE. Hay que evitar que llegue el tiempo en el cual no tengamos tiempo de detener el tiempo, con lo cual no podremos impedir el abismo de la humanidad.

En un sentido análogo, hay que advertir que también se han solapado "la deuda económica", "la deuda social" y "la deuda moral", todo lo cual nos coloca cerca del riesgo de que no podamos recuperar la conciencia ni sentir remordimiento ante un desenlace que no fuimos capaces de detener oportunamente.

Frente a estos riesgos, el peor de los riesgos es el no arriesgarse, así como el peor desafío es no afrontar ahora el desafío. Cuando hablamos de responsabilidad social empresarial (RSE), estamos ante uno de los temas más palpitantes de nuestro tiempo. Así como un error es una verdad que se equivocó de tiempo o de lugar; igualmente, un acierto es una idea que se subraya en su tiempo oportuno y en su lugar preciso.

Esta pertinencia de la RSE proviene de que las actuales circunstancias ya dejaron de plantear la expectativa de cómo reconstruir el mundo, para revelar la urgencia de cómo evitar que se siga deshaciendo. Esta no es una tarea de los políticos ni de las organizaciones públicas solamente.

También las organizaciones privadas sin fines de lucro y, sobre todo, las empresas tienen una gruesa obligación ante estas realidades. Las empresas no sólo deben asumir ese reto para salvar el sistema que les da aliento ni para preservar las condiciones inmediatas que garantizan su sobrevivencia, también deben hacerlo por la convicción ética de que son organizaciones humanas que actúan como humanos y que se proyectan hacia humanos.

En medio de esa visión entrecruzada, aflora el dilema que plantea si la RSE es para la competitividad o para la sociedad más justa. La respuesta es directa y sin eufemismos: entre la competitividad y la sociedad justa no puede haber una relación dicotómica ni excluyente porque una y otra están relacionadas.
Por eso, la competitividad es el propósito estratégico de la RSE y la sociedad justa es su finalidad fundamental. Las actitudes que las empresas adopten ante estas exigencias dependerá de que se precisen claras distinciones entre ellas.

En primer lugar, podrían apreciarse empresas que:
a) identifiquen y aprovechen oportunidades;
b) otras que vean cómo las otras identifican y aprovechan oportunidades; y
c) finalmente, también se observan empresas que se preguntarían ¿cómo lo hicieron?

De manera análoga, nos daremos cuenta de la existencia de empresas que:
a) hacen que las cosas ocurran;
b) otras que ven a las empresas que hacen que las cosas ocurran, y
c) también empresas que se preguntarán ¿qué pasó? F

inalmente, se captarán empresas que:
a) ven más allá del horizonte;
b) otras que se asombran al percatarse de la existencia de empresas que ven más allá del horizonte; y
c) finalmente, habrá empresas que se preguntan, ¿qué fue lo que vio la otra empresa y por qué no pudimos intentarlo desde la nuestra?

Con base en lo expuesto, podemos sostener que, definitivamente, la RSE no es un tema simple, pero sí admite simplificaciones. Además, creemos, con E. Cioran, que ya sólo nos queda tiempo para ser breves.

Pues bien, esas exigencias de síntesis y de simplificación queremos atenderlas mediante las doce expectativas siguientes:

1 Cuando no se invierte a tiempo en RSE hay que gastar a destiempo en planes de contingencia. El problema es que, cuando hay que gastar a destiempo en planes de contingencia por no haber sido capaces de invertir a tiempo en RSE, ocurre que la velocidad de los desenvolvimientos puede ir más allá de nuestras capacidades.

2 La RSE, por sí misma y de manera singular, no asegura el éxito de las empresas, pero igualmente es cierto que no puede haber un auténtico éxito de las empresas sin la RSE.

3 En materia de RSE, es tan importante lo que se hace como el por qué y el para qué de lo que se hace. En última instancia, la empresa es lo que ella hace, pero sobre todo, lo que hace para ser más de lo que es.

4 Más importante que tener la voluntad de ser socialmente responsable, es tener la voluntad de prepararse para ser socialmente responsable. Aquí funciona algo análogo con los esfuerzos propios del deporte: no hay éxito sin preparación, ya que lo primero depende de lo segundo.

5 La RSE permite que las empresas ensanchen su misión, eleven su visión y enraícen sus valores.

6 La RSE no es un logro que se alcanza de una vez para siempre ni es una condición que se legitima con un certificado. Más bien es un proceso, es decir, un llegar a ser permanente que se renueva para recordar que nunca es insignificante lo poco que se hace ni suficiente lo mucho que se hace.

7 La responsabilidad social empresarial escapa de cualquier concepto que pretenda encerrarla. Por eso, más que exigir definiciones reclama ser comprendida e internalizada. Hay que evitar que la RSE se pierda en medio de tantas definiciones o que se diluya en la confusión de las denominaciones alternas que se proponen.

8 Puede decirse, parafraseando a José Antonio Marina, que la RSE es el salvavidas al cual debe recurrir el negocio por no haber sido capaz de resolver todos los problemas que engendró.

9 En sus alcances más esenciales, la RSE es la operacionalización de la ética en el ámbito de las empresas. Esto significa que si la ética se desagrega en los planos de "no hacer daño", "hacer el bien", "crecer como consecuencia de hacer el bien", y "hacer mejor al otro"; de manera análoga, la RSE se proyecta también en las instancias equivalentes, pero relacionada con los grupos de interés, la sociedad y el medio ambiente.

10 La admiración y reputación a las empresas depende de lo que estas hagan en la sociedad, con la sociedad y para la sociedad.

11 Es necesario diferenciar entre tener un proyecto de RSE, tener una estrategia de RSE, o integrar la RSE a la estrategia del negocio. Desde luego, en el marco de estas distinciones, debe igualmente aceptarse que no se puede llegar sin transitar. En consecuencia, es muy probable que siempre se tenga que empezar por lo más sencillo.

12 Definitivamente, pensar en RSE significa también pensar en qué tipo de empresa se desea y en qué sociedad serviría para alcanzar esa empresa que se cree. Pero, asimismo, pensar en RSE significa pensar en la sociedad que se desea y en la empresa que pudiese servirle a esa sociedad que se aspira.

Diario El Mundo / 25-03-10

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